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Hay muchas situaciones en nuestra vida  profesional que asombran aunque se repitan casi cotidianamente Una de ellas es el clásico desarrollo de casos a medida. El diseñador didáctico modifica una situación real, de modo que no sea exactamente igual a lo que le sucede al cliente, pero al leerlo, los participantes exclaman asombrados: ¡¡¡Es igual a lo que nos pasa a nosotros!!!

Dos de los mecanismos que funcionan allí son: el efecto espejo, y la analogía.

La Analogía es, tal vez, una de las más poderosas herramientas utilizadas en la educación de adultos.

El puente mental que un individuo utiliza para establecer una relación entre algo que no tiene nada que ver con su vida (para él) y su realidad cotidiana nos brinda la posibilidad de establecer vínculos que lo ayudan a repensar su situación. La creación de analogías significativas no es un hecho meramente creativo, es la posibilidad de abrir la mente y replantearse su propia situación superando sus actuales estructuras y barreras mentales.

Es así como hemos utilizado malabaristas para hablar de planificación, magos para despertar ideas de ventas, profesores de teatro para manejar presentaciones, periodistas para entender cómo estructuramos nuestra comunicación o pensar en cómo buscar información relevante en el mercado, películas del circuito comercial, cuentos, etc., etc. Las analogías, si son vivenciales y sorprendentes, multiplican su efecto disparador.

En este sentido concebimos la idea de utilizar la misma técnica para generar una visión diferente de nuestro trabajo diario en capacitación, con colegas.

Pensamos en los cuatro momentos centrales de un proceso de Capacitacion una vez detectada la necesidad: Trabajo de Campo y Diagnóstico, Diseño, Dictado y Seguimiento y Coaching.

Para cada uno de ellos generamos una analogía de carácter vivencial, que nos dispare ideas sobre nuestra realidad cotidiana y poder así discutirla y compartirla con colegas.

La importancia del trabajo de campo radica en el reconocimiento de una variable clave en el proceso de capacitación: entender el contexto. Cuando decimos: “los cursos enlatados no sirven” nos referimos exactamente a esto. El mismo programa, aún en la misma empresa, pero en un espacio diferente o en un tiempo diferente cambia a veces radicalmente.

Es deber de quienes estamos en capacitación, el comprender este contexto.

Y aquí la analogía con el vino y la formación. El vino es algo vivo. Dicen los que saben, que si uno abre la misma botella un día diferente, tiene distinto sabor, diferente aroma; que una misma copa puede despertar también diferentes sensaciones de acuerdo al momento y a las personas que lo comparten.

Detrás de cada gota de vino hay historias, gente que trabajó en la cosecha de esa uva, lluvias, sequías, viajes, y vaya uno a saber qué historias de amor e intriga.

¿Cuán diferente sería beber un vino sabiendo su historia?

Cuán diferente es preparar una capacitación conociendo a la gente, a las subculturas propias de cada sector, a los problemas por lo que están atravesando, los estilos particulares, y todas aquellas variables contextuales que inciden para que una situación laboral transcurra de una manera y no de otra.

Obviamente podemos beber el vino y decir: ¡Qué rico! Pero la gente necesita ser entendida mas aún que el vino, y eso, es nuestra responsabilidad profesional.

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