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Pregunta frecuentemente usada para los vendedores, vale hacérsela para nuestro oficio.
Varias veces me han dicho: “la variable clave es el instructor”. Nosotros decimos que el diseño y el trabajo de campo son claves, pero…
Si la partitura es maravillosa y el intérprete es un desastre, cualquier canción suena muy mal.
Al igual que con la música, y con las ventas, podemos formar excelentes profesionales, pero es verdad que algunos virtuosos ya vienen con las capacidades ideales.
La Puesta en escena
La sala se oscurece, y de repente el silencio se hace entre los espectadores. Luces, música, color, una historia es contada.
Sea en cine, teatro, TV, sea un músico, un actor, un cantante o un bailarín, el secreto esta siempre ahí: la transportación del espectador a otro mundo, en donde se lo hace llorar, reír, aplaudir, suspirar o estremecerse.
Cuando decimos que el arte de dictar un curso tiene una fuerte analogía con una puesta en escena estamos diciendo que no sólo hacen falta conocimientos y habilidades para dar un curso. Al igual que en la obra de teatro puede haber un guión impecable, el vestuario adecuado, una escenografía perfecta, luces, efectos especiales, un público amigable, y un mensaje muy bien estructurado desde la dirección.
Pero si el actor no transmite la emoción… por más buen diseño que hagamos, si el instructor no sabe llegar al público…
¡¡¡Fracasó!!!
Para intentar responder a esa pregunta me propuse tratar de descifrar el perfil de un instructor ideal.
Hablando con mucha gente que recibió cursos de capacitación me respondieron que debe ser alguien que sepa del contenido. Sin embargo me han contado de infinidad de casos en donde el docente sabe muchísimo pero el curso es soporífero.
Otros dicen que lo más importante es que sepa manejar al público.
La mayoría concluyó en que un facilitador además de lo antedicho debe saber escuchar, ser flexible con su plan de clase, leer lo que pasa en el grupo y poder dar respuesta con autoridad, cuidar todos los detalles.
También me han dicho que además, debe saber relatar bien (en Chile al instructor le dicen relator), en general alguien que sabe contar bien un chiste o un cuento, puede tener potencial de instructor.
Con sabor amargo de insatisfacción seguí hurgando en búsqueda de una respuesta mejor: ¿Que diferencia a los “Gardel” de la instrucción?
Volví a nuestra analogía inicial y allí tal vez este la clave:
En cualquier puesta en escena el artista pone en juego dos habilidades clave, una característica de personalidad y algo de Sócrates: La Interpretación y la Re-presentación, el elemento N y tal vez, algo más.
La Interpretación
La interpretación, habilidad compartida por psicoanalistas, vendedores, músicos, actores, madres, y también por instructores supone una habilidad difícil de hallar, y de aprender: la habilidad de salir del centro de la escena y poner en el centro al interlocutor, el foco esta en él, sea paciente, cliente, auditorio, alumno, hijo, o participante, la habilidad de dejar de pensar en nosotros y pensar sólo en que le sucede él (o al grupo), estar pendiente de sus gestos, sus frases, sus pensamientos, sus expresiones.
El instructor debe interpretar el guión preparado por sus diseñadores, pero además tener la cintura y la flexibilidad para adaptarlo a su público y saber qué canciones agregar o sacar, manejar los momentos, cuándo subir la temperatura y cuándo enfriarla.
La Re-presentación
La Re-presentación significa una habilidad para poder recrear en el imaginario de cada participante un mundo laboral nuevo, la posibilidad de hacer algo mejor o diferente, y hacerlo en forma divertida, soñando, riendo, viviéndolo anticipadamente.
Es como hacerle ver un fragmento de película, de esa maravillosa isla que va a visitar.
La habilidad de hacerlo ver cosas diferentes, y hacerlo despegar hacia un modelo mejor.
El elemento N
El elemento N no es ni más ni menos que algo no siempre bien visto socialmente, y que compartimos también con actores, músicos y psicoanalistas: una dosis importante de Narcisismo.
El instructor exitoso interpreta, luego re-presenta, y al final espera su recompensa (además de la monetaria): el aplauso, el deslumbrar, el sorprender, el haber vencido a un publico difícil, el sabor de vencer un nuevo desafió. El elemento N es actitudinal, es allí donde se juegan nuestros deseos, nuestras capacidades de emocionarnos y emocionar al transmitir una idea, y ese deseo, aquel motor que nos lleva a estudiar, buscar nuevas formulas para sorprender, y así, poder llegar al objetivo.
El Elemento Clave (va por Sócrates?)
Sin embargo un ser meramente narcisista jamás será un gran instructor, pues para ello hace falta un elemento más, que es clave, el deseo de ayudar, de hacer crecer al otro, de poder correrse del centro de la escena y colocar allí al participante, para que busque su camino, para que haga sus propias interpretaciones. Sin ese deseo de “ayudar a dar a luz”, y buscar la satisfacción en la sonrisa ajena, podemos decir que hay enseñanza, pero no necesariamente aprendizaje.
El Gran Instructor
Un gran instructor es entonces alguien tan raro que desee satisfacer su alto grado de narcisismo haciendo crecer al otro, ayudándolo a buscar respuestas y haciéndose a un lado  para ello (en medio de su re-presentación), del lugar central del escenario, para dejar el lugar de interprete a los participantes de la capacitación.